domingo, 2 de junio de 2019

Análisis

Titulo: Macri, a la reconquista de los desencantados]

Bajada: Mientras la oposición se arma, el Presidente testea a votantes comunes; la gran incógnitas si está a tiempo de recuperar a los enojados

Nota: Se volvió una gimnasia cotidiana. Alguien de su equipo le cuenta a Mauricio Macri la historia particular de algún ciudadano común, él saca el teléfono y lo llama. En general son o fueron simpatizantes de Cambiemos que ahora sufren penurias por la crisis.

De tanto en tanto cuenta en público estos "contactos", como los llaman en el Gobierno. Lo hizo el viernes con el caso de Mercedes, una vecina de Salta a la que le "anticipó" la rebaja de tasas del plan Ahora 12 para recuperar el consumo. Pero hay días que el ejercicio se repite con decenas de personas.

Algo aliviado por una suerte de tregua económica, Macri sale a explorar fuera de la burbuja del poder. Tal vez no sea un termómetro del todo fiel, pero intenta buscar respuestas para la duda inconfesable que obsesiona a su equipo de campaña: ¿es posible recuperar a los votantes desencantados por la frustrante gestión económica del Gobierno o se atravesó ya el punto de no retorno?

Consultores cuyos trabajos llegan a la Casa Rosada consideran que la montaña que debe atravesar Macri es inmensa. Una oposición que aumenta su tono competitivo obliga a Cambiemos a reconquistar a casi todos los votantes que en 2015 le dieron el triunfo en el ballottage. Un universo hoy dividido entre los fieles (cerca de la mitad), los desencantados y los indignados.

Las diferencias de criterio sobre cuán fuerte es el desapego de estos dos últimos grupos divide al oficialismo: los que confían en la reelección de Macri y los que aún ansían un giro dramático de estrategia. Ya sea crear una nueva coalición con sectores del peronismo o directamente cambiar de candidato.

La ansiedad va en aumento en Cambiemos a pesar de que en la superficie toda la acción transcurre en terreno opositor, con el aparente cambio de piel en el kirchnerismo, el drama existencial de Sergio Massa y la implosión en cámara lenta de la tercera vía.



"Estamos en un momento de superestructura y les toca mover a los otros", sostiene una fuente que integra el comando nacional del macrismo. Cambiemos atravesó con daños controlados su episodio superestructural de la semana, con la convención radical; una gran misa de catarsis contra Macri que terminó con la adhesión sin excesivas condiciones al proyecto del Presidente.

Sorteado ese bache, a Macri le recomiendan -Jaime Durán Barba dixit- "dejar que otros se preocupen por las estructuras y dedicarse a conectar con la gente". El modo campaña 2019 lo tiene al Presidente ocupado en inauguraciones de obras, lo que considera el mejor contraste con el kirchnerismo, y en los "contactos" con ciudadanos.

Le queda atravesar un junio de vértigo hasta el cierre de listas. Cuentan quienes lo tratan en la intimidad que le dura el fastidio por la instalación insistente de una candidatura presidencial de María Eugenia Vidal. "El ?plan V' lo fogonean de adentro", le escuchó decir una persona muy cercana. No acusa jamás a Vidal. Distinto es lo que piensa de gente del entorno de ella.

En sectores críticos de Cambiemos le recomiendan "marcar a los propios". Resaltan que fue nada menos que Durán Barba quien reinstaló el debate esta semana cuando dijo: "Si Macri piensa que su candidatura no es buena, no tendrá problema en desistir". Una regla elemental de la política es no mencionar, ni siquiera como hipótesis, lo que uno no quiere que ocurra. Las últimas semanas se acomodaron algunas variables que fortalecen a los defensores de la reelección. El dólar quieto, sobre todo. El clima en Estados Unidos revalorizó la cosecha récord en la Argentina. La inflación podría dar una sensación de caída (siempre con cifras escalofriantes en términos mundiales). Los sueldos "nuevos" tras las paritarias podrían aliviar bolsillos castigados y el Gobierno aspira a calentar algo el consumo, aun cuando deba apelar al manual kirchnerista, como hace al relanzar el Ahora 12 con tasas bajísimas. ¿Será suficiente? La recesión sigue siendo inclemente y las cifras de pérdida de empleo llenan de matices cualquier diagnóstico de recuperación.

De todos modos, sin corridas cambiarias y con la calle relativamente en calma, Macri confía en llegar sin mayores desafíos a inscribir la candidatura, el 22 de junio. El pedido de los radicales de ampliar Cambiemos puede devenir abstracto por falta de oferta. Roberto Lavagna -blanco de las ilusiones de un sector radical- sigue enredado en el consenso consigo mismo. Alternativa Federal se desinfla, con su armador -Juan Schiaretti- de vacaciones en plena temporada alta de acuerdos y Massa camino de salida.

Las conversaciones entre el Gobierno y los peronistas federales apuntan a después de la primera vuelta. Juan Manuel Urtubey descartó integrar la fórmula presidencial oficialista, pese a las especulaciones que despiertan tantas reuniones y abrazos con Macri.

A Urtubey el macrismo lo ve como un aliado a futuro, en un hipotético segundo mandato. Hay negociaciones avanzadas para compartir postulante en las elecciones a gobernador de Salta (sería el intendente capitalino, Gustavo Sáenz, que acompañó como vice a Massa en 2015). En algunos sótanos se habla de un interés de la Casa Rosada por "ayudar" a Urtubey a sostener su candidatura presidencial por Alternativa Federal, con la idea de que absorba votos peronistas que de otro modo irían a la dupla Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner. En esa línea trabajan quienes proponen ofrecerle al salteño que pegue a la suya la boleta de Vidal en Buenos Aires.

El supuesto -dominante en el laboratorio oficialista- de que el escenario de 2019 sería muy similar al de 2015 se diluye desde el paso táctico de Cristina. No está nada claro que pueda darse una elección con dos fórmulas fuertes (una macrista y otra kirchnerista) y una tercera con cierta fuerza (lo que fue Massa) cuyos votantes después se decanten mayoritariamente por Cambiemos.

Aunque en el círculo íntimo de Macri no lo admitan, los Fernández dieron pasos valiosos en sus primeras dos semanas como binomio. El aval de casi todos los gobernadores peronistas y el paso que medita Massa reconfiguran la oferta de una manera que los fortalece.

La tesis del sector ligado a Marcos Peña es que esos movimientos partidistas no impactan en la gente. Que Massa se va a estrellar con el giro de 360 grados que implicaría volver al kirchnerismo. Y que a la hora de elegir el votante estará, definitivamente, ante una opción: Macri o Cristina. La lógica de la grieta no varió, insisten.

En la UCR -con genes "superestructurales"- son escépticos. Les preocupa el pacto peronista, sobre todo en Buenos Aires. ¿Cómo hará Vidal para ganar, sin el colchón de un ballottage, a una oferta unificada de la oposición? ¿Qué destino le espera a Macri si pierde el bastión bonaerense antes de un eventual ballottage? Los más punzantes advierten: "¿Cómo podemos estar seguros de que Alberto no gane en primera vuelta?". Tocan una fibra. Si el peronismo no presenta una segunda fórmula competitiva, Fernández tiene opciones reales de superar los 40 puntos en octubre. Macri quedaría obligado a acercase a esa cifra para evitar el jaque mate.

El juego de Massa provocará consecuencias en el oficialismo, admiten dos funcionarios de peso en la estructura macrista. El tigrense se propuso terminar con la era Macri. "No voy a ser funcional ni culpable de la disgregación opositora alimentada por el Gobierno", suele decir estos días. Incluso si para eso debiera no ser candidato a nada.

Los más cautelosos en Cambiemos murmuran que la calma del dólar, las inauguraciones y los ejercicios de cercanía con los votantes desilusionados serán insuficientes para impedir el triunfo de la versión renovada del pasado kirchnerista.

Por: Martín Rodríguez Yebra

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